En este mundo
que nos toca hay toda suerte de especies humanas. Afortunadamente…
En el plano
que me ataña, se distinguen dos grandes grupos que podría calificar de
creadores y consumidores (de lo creado, se entiende). Obviamente, entrar en
absurdos de si mejores o peores no tiene cabida. Son, y eso es suficiente. Eso
sí, cada cual tiene su finalidad en un mundo social. Quizá, unos disparatan lo
que sucede y otros contienen lo sucedido. Quizá podría calificarse así. En tal
caso, parece que siguiendo este derrotero tenemos que empezar a hablar de cultura
estancada o cultura dinámica (y no estoy llamando ignorante a nadie).
Las culturas
estancadas no tienen ideas. Eso sí, suelen tener un profundo ideario, seguramente
difícilmente removible.
Las culturas
dinámicas son otra cosa, y eso cambia el mundo. Para bien o para mal ya sería hablar
de otra cosa, pero aquí voy a referirse solo a las ideas de tipo creativo.
He observado
a la gente y veo que, por solitario, algunas personas sueñan (o desvarían)
mucho más que otras. Del lado menos “evolutivo”, algunas otras necesitan
desesperadamente (a menudo calmosamente) entretenimientos ajenos para
sintetizar una parte de su existencia. En esto podríamos hablar… por ejemplo,
de cierta parte de los seguidores del fútbol que, obviamente, no tienen la
física elemental para jugar ese deporte pero se desviven por él. Otras personas
requieren de los chimes de la tele para tener vida privada, unos tantos viven
vidas preprogramadas en el gen cultural que les toca y se apiñan en hordas
familiares a punta de bayoneta del qué
dirán, mientras sumamos a todo ello a quienes no tendrían la suficiente
visión como para pensar otra manera de prepararse un bocadillo de salchichas…
pero claro, alguien tuvo que inventar el perrito caliente.
Sí, hay gente
con chinches en la cabeza. Y quizá no es la suya una especie cuantitativamente dominante,
pero sí que es cierto que ésta va moldeando la sociedad con la misma cadencia con
la que el mar esculpe un acantilado: lenta, pero indefinidamente.
Y, ¿cómo
sabes si eres una de estas personas?
Pues… no solo
abarcas los problemas e inquietudes de hombres y mujeres. Vas un paso más allá.
Sospechas la dimensión del universo y quisieras poder abarcarla, te gustaría
comprar entradas para El Coliseo dos mil años atrás, subirte al último
prototipo de avión supersónico… y haberlo dibujado en la mesa de planos, o en
una servilleta. Qué sé yo… tomar un café con un extraterrestre, y hasta que el
café lo traiga él de su propio planeta.
Lo cierto es
que todo esto que nos rodea no existía antes. Todo lo ha pensado alguien.
Aleluya.
Y ahora, ya por
mojarme de una vez y apuntarme a uno de esos dos grupos (creadores versus
consumidores), ya de niños mis hermanos y yo nos inventábamos nuestros propios
juegos de tablero porque el panorama al respecto se nos quedaba corto y no era
plan de esperar una noche de reyes tras otra. De ahí saltábamos a los cómics, y
hasta hicimos películas. Siempre algo… siempre desvariando. Quizá musarañas,
pero por algo se empieza.
…Hoy veo que
los críos necesitan, casi como única opción para el entretenimiento, de las
soluciones ya rodadas de un videojuego. Y no voy a criticar el material virtual
porque son parte del proceso cultural de nuestro mundo, y aquí no hay peros,
solo que añado que tengo la impotente sensación de que nuestros hijos se
aburren una barbaridad si no disponen de una pantalla entre manos. Aún mis
críos se emocionan cuando les invento un juego al papel, porque a ellos les
llega el momento (muy pronto) de que si les resto pantalla y los dejo a otros
albedríos, al cabo me dan vueltas y no se les ocurre nada “para consumir”.
Entretanto,
la especie de los creativos mueve la rodadura cultural y llenan las ambiciones
de quienes no lo tienen tan fácil a la hora de sacar sustancia donde antes solo
hubo vacío. Y así siguen brincando mis hijos, cuando les enseño a jugar con mis
charlatanerías juntando piezas del Monopoly con el ajedrez, y todo lo que haya
a mano en casa para reinventar lo que otros ya pensaron. Es muy emocionante ver
sus expresiones.
…Y aquí, y
ahora, desvelo sin más titubeos uno de los secretos del combustible humano que
mueve a los creadores a la hora de desenrollar sus meollos. Porque muchos se
van a acordar, de anticipado, de la gran industria del entretenimiento, la que
suena a dólares y a manipulación de masas a la hora de definirles las
preferencias, y que igual nos mata que nos resucita a Superman vistas a la
recaudación. Una cosa por la otra, y yo digo que eso pasa a un estrato relativo
cuando cito que a muchos soñadores nos mueve una ansiedad desesperante de
compartir lo creado, de beneficiarnos mutuamente con los no creadores en una
simbiosis casi perfecta de entrega y recibo.
Qué duda cabe
el ya revelado factor económico. Habría que ser un hipócrita para no citarlo
(sobretodo si nos olvidamos de los malditos billetes y nos acordamos de cuánto
nos apaleó la última factura del taller). Sin embargo, ya he dicho que los
creadores somos charlatanes del todo y de la nada, y que una forma de “cobrar”
por nuestro trabajo es recibir la aceptación de quienes consumen nuestras cosas.
Y esto no es demagógico, es pura necesidad de creador. Habrá quien pueda ganar
dinero con su basura preconcebida y duerme a pierna suelta, pero otros somos
los que quisiéramos vivir una realidad algo más honorable y vivir de nuestras
ilusiones empachando de aceptación a los demás.
…Seguramente
sería mucho más difícil encontrar ese tipo de satisfacción si todo el mundo
fuese creativo. Hay diligencias narcisistas entre colegas que llaman justamente
a arrumbar la competencia… y son precisamente los que “no saben”, ese tipo de
gente a la que se puede sorprender con lo creado. De buena fe. Me muero de
enseñar a jugar a mis hijos porque me sorprende la facilidad con que “me
aceptan”, y es obvio que no pretendo que ellos me compren nada. Del otro lado,
la aceptación del público no tiene precio (aunque el material cultural se
pague) y así entramos en una dinámica maravillosa en la que, al final, pasa que
cuando alguien va al cine a ver una película, al tanto que no se le está
vendiendo tanto ocio como acaso él está comprando cultura. Es… como ir a clase,
más o menos, sobretodo si la película es histórica. Casi como pagar unas clases
de inglés.
Pasado al
papel esto es exactamente lo mismo, y si lo llevamos a la vida cotidiana pura y
dura, por fortuna hubo alguien creativo/curioso que inventó un microscopio para
curiosear el mundo diminuto, alcanzando de paso cotas más que beneficiosas para
la salud de todos a la hora de ponernos en bandeja tantos porqués. En otros
planos, alguien dejó de pensar como el resto y propuso que los niños no debían
trabajar o que los animales sienten el mismo dolor que nosotros, y aquí
entramos en la llamada cultura dinámica, llena de creadores del todo y de la
nada que, poco a poco, van cambiando el mundo tan legítimamente como el mono
aquel que un día usó una piedra para cascar unas nueces… y que, visto lo visto,
los que le observaban no solo terminaron aprendiendo que ellos también podían
cascas nueces… sino que pequeñas cosas, pequeñas ideas, cambian definitivamente
un mundo entero.
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