San Valentín
erótico
No recuerdo
una ocasión semejante para el desboque de pareja, que este San Valentín superlativo
y extramotivado por un título literario, reconvertido ahora en una película que
promete grandes pasiones… y decepciones.
Y nunca un
libro “que sugiere” se convirtió de forma tan tajante en un auténtico manual de
prácticas de pareja. Tanto así, que esta historia, Cincuenta sombras de Grey, ha
debido de remover no solo el mercado de la superchería erótica, sino el de los
somieres de medio mundo. Incluso algún aprieto a lo que se antoja un marido
común y corriente que ahora debe vérselas de ataduras y antifaces donde antes
solo hubo apagón y meneo.
Del mismo
tirón, aquí estamos los mediocres sin fortuna tirando de MetaTags al caso para
comer cuota de mercado de todo lo que no hemos escrito, y encima a la sazón de lo
que las lectoras y lectores de este espécimen quieren devorar de todos los
medios, desde el impreso al digital. Parece un todo que ha conseguido infectar
a las masas de ese virus natural que llevamos dentro las personas, que no es
otra cosa que la picardía sexual.
Bienvenido
sea, desde luego. Del otro lado queda la práctica unanimidad de los blogueros
de calificar la obra de mediocremente escrita. Ojos en blanco y sonrojeces a
tutiplén, cejas con vida propia, un labio propio a prueba de masticaduras… Haber inventado algún que
otro recurso, fuera de la diosa que hay
en mí… A esta condición, solo achacar que haber introducido un medio de
expresión más elaborado y sorpresivo al lector, cogerlo despistado y no “familiarizado”
con lo que ya está leyendo, hubiera supuesto seguramente haber multiplicado por
dos las sensaciones que transmite el libro, que son muchas; he leído u oído de viva voz de muchos y
muchas que se lo leyeron en una madrugada, prácticamente, fortuna que luego fue
menguando con el hartazgo de una historia que, según dicen, fue perdiendo
fuelle en las otras dos entregas.
Nos pique o no al resto la sana e insana
envidia que esto provoca, 50 sombras
“ha jodido” el mercado con esa fórmula secreta que parece tirar de ansiedades
más que de modas. He leído prácticamente la mitad del primer libro (no necesité
más), y no sé realmente qué es lo que ofrece… pero sí sé qué es lo que extrae
el lector de sus páginas. Y con mi relativa “chulería” de no necesitar de este
documento casi de sección de autoayuda (que seguramente un algo o un mucho
podría aprender), no quiero decir que tenga superadas todas las facetas humanas
de dormitorio, sino que se huele de los malpensados que quizá el volumen tire
del desencanto social de cierto cincuenta por ciento de cada pareja para
ensoñar esa fantasía que los decepcionados buscan hasta en las musarañas.
Porque, si todo el mundo estuviera sexualmente en su sitio y ya saciado, esto
solo sería regodeo y redundancia (gula sexual) de algo que está más que
superado. En resumen, no hubiera vendido tanto.
Todo esto desde la grada, claro está. Los
que no estamos enganchados a él, presuponemos ese eslogan de porno de amas de casa que tanto se ha
explotado para referir este título, mientras que algo más habrá cuando este
ejemplar toma caracteres de compostura bíblica para algunos, como libro
sagrado, y noto que quienes lo critican en círculos sociales y reuniones de
amigos se encuentran una oposición de fieles muy activos y hasta guerrilleros.
Se les estará tocando las ilusiones, quizá, o, lo que es peor aún, el entre y
bajo carnal.
Pero, ¿y si la historia no es esa? ¿Y si
esto no es solo sexo?
…Espero que no sea la iniciación de una
chica inocente, seguramente tirando a estúpida, que termina siendo maniatada de
su identidad y llevada de la sumisión divertida (la de la cama) a la de la
opresión que hoy, ya enseñaditos como estamos (y hasta hartos), llamamos
pre-violencia de género. Porque, del otro lado, espero que asimismo no sea que hay
en sus páginas todo un prettywomaniano
y joven de corbata y negocios, en este caso no tan formal y hasta insoportable (lo
que los de mi quinta llamábamos fantasma y ahora se tilda de postureo), con
manía persecutoria y, lo dicho, el acto y el germen de esos controladores celosos
que llevan la infelicidad a tantas parejas desequilibradas precisamente por los
desequilibrios de un desequilibrado (y aquí es más que obvio que no me refiero a las tendencias sexuales, claro está, pues para mi, éstas u otras, no son nada criticables).
Y ojalá, y lo digo en serio, que el tirón no
se deba (al menos para la autoridad femenina) a la todavía pleitesía y
adoración de un varón en una escala social superior al de la pretendienta y la
consecuente abrumación por un despliegue económico que antes era de cuento de
hadas, pero que hoy día se enfrenta a las ansias de la mujer actual por poseer
y desplegar sus propios recursos. Es decir, no creo que el hombre sueñe de una
mujer con millones y directora de una gran corporación (rascacielos incluido)
…pero, claro, del otro lado, en la derrota romántica estamos ya hasta quemados
de que la imagen más confusamente atractiva de un guapetón de cine sea verlo
arreglar el carburador de su coche, descuidado de primeras barbas, en camisilla
y sudado… a cuenta de que, al hombre, seguramente le cueste más encontrar ese
amor a primera vista si se topa a la mujer desarreglada de mañanas, en bata,
con rulos y encima fregando los platos.
Somos diferentes, eso está claro, y puede
que me cueste encontrar los motivos que han arrancado tantas y tantas entrañas.
Lo que quiera que sea, supone seguramente que la gente ha sacado más de sus
páginas que sus productores los petrodólares, ahora que el género se sale de la
lógica y se parodia a sí mismo en la desconcertante colección de ruborizantes imitadores.
Como quiera que sea, no somos correctores ortográficos
o voluntarios de asilo, y leemos aquello que nos identifica o intriga. En ello
es obvio que el lector de este libro no buscó la forma, sino el contenido. Sean
o no sosas las escenas de cama (sean incluso inocentes), el principio humano al
respecto solo objetó una necesidad para desbocar del mercado lo que quiso,
arrancándolo de las librerías en un período de celo que ya quisieran para sí
muchas especies.
Y así concluyo, fuera de generosas y
confusas explicaciones de los sociólogos sobre el fenómeno, y es que… bah,
seguro que es solo sexo. ¿Qué mayor motivo para mover el mundo? sabido ya que el
sexo siempre ha sido uno de sus más activos engranajes.
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