miércoles, 4 de marzo de 2015

Taller Literario nº 13 El Gran Hermano de la cultura


En estos días, vía telediario, hemos visto completamente sorprendidos e indignados a un verdadero imbécil “gastándole una broma” a una mujer que esperaba el autobús (o cruzar un paso de cebra) dándole una verdadera patada traicionera a sus tobillos para verla caer. Evidentemente, un compinche igual de idiota que él lo grababa todo con su móvil y, de ahí, a “la gran pantalla”, al estrellato o a esa fama de los incoherentes e inútiles de esta sociedad que tienen que llegar a ser algo con este tipo de absurdos porque, de lo contrario, ni siquiera sus madres se acordarían de ellos.

Se nota que estoy indignado…

Vayamos por partes, para que el artículo no se me vaya de las manos. Ya sabemos que Youtube y las redes sociales han revitalizado o dado sentido a un sinfín de desesperanzados que buscan notoriedad haciendo el bobo en sus vídeos. Algunos se pegan fuego, otros se rompen la crisma en sus piruetas, los hay que graban a sus hijos pasándolo mal y quienes, lamentablemente, se dedican a hacer daño a desconocidos para tener algo “artístico” que enseñar a la plebe. Sí, como en un circo romano.

¿Por qué?

En fin, ante todo hay que explicar que somos seres sociales (o “sociales”, que se entiende mejor) y este tipo de comportamientos, aunque parezca mentira, no solo abarca este delirio cinematográfico de poca catadura moral, sino que inspira y promueve toda clase de expresiones humanas cara a sentirnos algo dentro de nuestro grupo. Es decir, habrá quien se promueva vista a los demás con el ansia de sentirse no solo observado, existente, sino además hasta idolatrado. Cara a esto, quien pueda ofrecer algo que valga la pena, bien recibido sea. Lamentablemente, también hay quien no tiene nada que aportar y debe hacerse conocer, llenar su vida, haciéndose eco a los demás con travesuras y hasta crímenes.

Dejando claro de forma definitiva que esto de los vídeos basura no tiene nada que ver con la cultura salvo en la esencia de esa ansiedad en hacerse saber en la sociedad, culturalmente hablando y ya para con todas las manifestaciones posibles de la cultura, identifico ya mismo el fenómeno del Gran Hermano, ese observador indefinido e indefinible que hará juicio de todo cuando hayamos hecho, de todo cuanto hayamos dejado como constancia. Suena delirante, pero es cierto. Lo anticipa el pintor, sobre quiénes verán y enjuiciarán su cuadro. Lo aguarda el escultor, con sus obras, el director de cine, el actor… y, en fin, sería absurdo poner más ejemplos porque ya sabemos de qué va esto. En lo que me concierne, el autor escrito también tiene pensado y sabido de ese observador inquietante e imposible de definir porque ya sospecha que todo cuanto vaya a añadir a la porción de cultura que le toca va a quedar sujeto al juicio de quienes lo “observen” (de quienes lo “consuman”). De ahí lo de Gran Hermano; no sabemos si, dentro de mil años, alguien que no llegaremos a conocer será el receptor de nuestro trabajo, y si por él seremos ridiculizados, adorados, temidos, soñados… respetados o rechazados. Y ya nos empequeñecemos delante de una cámara de fotos, y sobretodo del teleobjetivo del camarógrafo de nuestra cadena de televisión local, como para no reconocer que tememos y adoramos al mismo tiempo lo que hay detrás del subterfugio donde moran nuestros futuros jueces.

Y ese Gran Hermano lo abarca todo, a todos. Incluso, gran parte de ese “observador enmascarado” es inventiva nuestra. Más de la mitad de lo que especulemos sobre él, no existe. Para que nos entendamos, hablo del mismo Gran Hermano que imaginan los que andan la calle con pintas estrafalarias creyendo que están siendo la bomba. Y aún tiene, ese observador omnipresente, más poder del que podamos imaginar, y seguramente del que realmente tiene, porque soy testigo de presentadores de televisión verdaderamente infumables en su vida cotidiana (hablo de mal humor y prepotencia) que luego se desviven en su programa de simpatías y florituras de happy-boy que solo tienen el fin de alcanzar la admiración de su Gran Hermano particular, a fin de cuentas, a favor de quien necesita de todos los demás más de lo que los demás necesitan de él.

…Ya imaginamos la ingente cantidad de variables posibles para con los receptores del contenido de nuestras obras. Nacionalidades, culturas, personalidades… Es impredecible. Y, para algunos, realmente agotador, para esos ilusos que crean que pueden llegar a contentar a todos sus fantasmas. Es un poco ley de vida. Hacemos, y esperamos la respuesta. Ya seas un mierda de videos basura o un gran escritor, la incertidumbre de tus observadores está ahí, observándote.

…A saber si Dios escribió La Biblia con esas aspiraciones e inquietudes, con esas ganas de saberse sabido y amado… y, cuando no le hicieron mucho caso, tuvo que darle a los tobillos de alguien para que nos acordemos de que todavía puede haber un mundo mejor.

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