La “re-culturización”
social
En cierta
ocasión, un gran autor como lo es Arturo Pérez Reverte alegó de cierta España
inculta alejada de las letras. Esto es una queja lógica, que al cabo viene a
ser tan racional como si un empresario tabaquero se queja de que los españoles
no fuman lo suficiente.
Hoy por hoy,
en cambio, en este país que se publica más que se vende, sucede que la lectura,
que no la literatura, ha tomado otros derroteros bien distintos a la utopía
latina que propone el señor Pérez Reverte. Hoy se escribe mucho más que “se lee”…
aunque es obvio que, a tenor de la trama que me traigo entre manos en este
artículo, por ende se lee tanto como lo que es escrito. Hablo, ni más ni menos,
de la intensiva acción de escritura que recae en nuestra nueva sociedad. Y no
para libros y aventuras, dramas y epopeyas… sino para comunicarse. Hablo, pues,
de la telefonía móvil.
¿Quién iba a
creerse, solo diez años atrás, que la gente escribiría incluso al volante de
sus automóviles?
¿Escribir…?
¿Es que estamos locos?
Y, aunque
todo esto parezca irracional, tiene “sentido”. Las especies evolucionan
dependiendo de las condiciones del medio en que se desenvuelven. Así pues,
primero todos hablábamos no sé cuántos minutos de tarifa fija, luego enviábamos
mensajes SMS hasta que éstos se extinguieron con la llegada del WhatsApp. Hoy, España está llena de
“escritores”… o quizá tele-operadores o mecanógrafos autodidactas con virtudes más
que sorprendentes; los he visto escribir a unas pulsaciones por minuto de
infarto.
…Otro cantar
es el contenido de lo que se escribe. Teniendo en cuenta que es mejor esto que
nada, a menudo titubeo con cierta picaresca cuando alguno de mis hijos o mi
mujer me tientan la corrección puntual de alguna palabreja de sus mensajes de
WhatsApp (no vayan a hacer el
“ridículo”), a lo que a menudo quiero responder algo así como “depende… depende
del destinatario”. Y que nadie se engañe. Tampoco hay que escribir estos
mensajes de amigos y familia como en un examen para filólogos. A mí me sobra
con que la gente haya vuelto a las letras, algo que, ya digo, hace no mucho
tiempo era algo realmente impensable, cuando pensábamos que, en el futuro, nos
“escribiríamos” con mensajes visuales directamente grabados con la cámara de
nuestro reloj.
Y entretanto
supongo que tanto texto es más bien baldío (y respetando todos los niveles
“literarios”, aunque sea entre risas y bromas), sirva al menos este gesto de rompededos y quiebracuellos de sala de espera y autobús para que la gente esté en contacto con el abecedario, a pesar de
que me choque que amigos que ya tenía en el olvido me enloquezcan a mensajitos
de WhatsApp solo por la novedad de que hacerlo sale gratis (en la apetencia de
que todo consumo de la red está infinitamente incluido en sus tarifas de pago).
…Luego lo mejor de estas redes de comunicación son los refraneros, noticias y citas
que suponen cierta vuelta a “la vieja escuela”, quizá más la atención al
material informativo para quienes solo miraban el periódico para ver los resultados
de la quiniela.
Vista esta
nueva revolución cultural, cito que hasta de los bajos fondos sociales aparece
gente con talento, y ya me dirijo a estos raperos que, al menos, riman y a menudo
con tanto acierto como quienes se creen poetas consumados. También algo es algo
y que sean bienvenidos. Quién sabe, porque el mundo gira y nadie es capaz de
predecir qué nos va a deparar la próxima década, sea que la gente se aficione a
la moda de hablar como Cyrano de Bergerac y más de un autor termine
deseando que su sociedad vuelva a sus tan criticados orígenes, a esa plebe
humana que escribía
las b con v y viceversa.
No sé… No sé
si en España se lee mucho… pero se escribe una barbaridad.
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