domingo, 14 de diciembre de 2014

Taller Literario (artículo nº 3) La inspiración.


La inspiración.
 
 
 

…Por no llamarlo el gran escollo. Y es que, en algún punto determinado de nuestra literatura, ésta se atasca y no termina de salir. Es entonces que al autor se frustra y le nacen esas absurdas dudas existenciales sobre si de verdad está hecho de la naturaleza apropiada para lo que hace.

Nada más lejos de la realidad. Aquí mismo, por estas letras, este artículo está “abierto” un lunes, madurado un miércoles y escrito un viernes. Y a eso voy. En materia escrita, las prisas no son buenas. En nuestra novela quizá matemos al personaje equivocado demasiado pronto, o reparemos demasiado tarde que no hemos añadido suficientes argumentos para desembocar adonde nos precipitamos ya en caída libre.

El ejercicio de escribir es esto mismo, deliciosamente frustrante porque a menudo termina siendo impredecible hasta para el escritor (creo que si no hubiera sorpresas en la literatura, no valdría la pena ni ponerse a escribir). En algún momento las páginas nos dirán basta y serán ellas, aparentemente tan mansas, las que se comuniquen con nosotros. Y es que en lo escrito habrá una circunstancia maliciosamente irresoluble en la que nos maldeciremos por habernos metido en este embrollo del que no podemos salir. Y aquí, entonces, es cuando hay que dejar que un callejón sin salida actúe como eso mismo, como un callejón sin salida. Porque debemos salir, desde luego y antes de malograr un texto, y “airear” esta historia que nos trae de cabeza. Quizá volver a sopesarla, tratar de trabarla con alguna otra cosa… o, mejor que mejor, dejarla aparcada.

Con el tiempo, así como nuestra historia nació de un flash (así funcionamos), su resolución o la traba que nos tiene en el dique seco literario se resolverá con un golpe de gracia. En el momento menos pensado, la alternativa al fracaso tomará forma por sí misma, haciendo honor a esa máxima en que lo que buscas nunca está cuando lo necesitas, sino cuando el destino te lo pone caprichosamente de la mano. ¿Te suena? Es decir, es la misma cuestión que cuando buscamos algo en el trastero (y hasta por casa) y no aparece sino cuando no lo necesitamos. Haz uso de esta filosofía y verás que te servirá, antes de desechar un proyecto que parece no conducir a ninguna parte.

Y, mientras, ¿qué hacemos? ¿Nos tiramos de los pelos?

Nada de eso. Un parón literario solo invita a escribir. Es el momento de aprovechar para empezar otros proyectos. Quizá desempolvar el rinconcito poético y amansar la vorágine del tacto en prosa, pasar a otro género literario para desintoxicarse, fantasear, hacer un cuento corto (incluso leer) o aprovechar este estancamiento en una novela para retomar otra que ya nos dejó colgados antes. Seguro que, mientras conducimos, tomando un café, quizá paseando, todas las dudas se despejan y podremos retomar todos y cada uno de nuestros trabajos.

…No es casual que haya mencionado lo de pasear. A mí me funciona. Aún con todo, reconozco que el modo “flash” (un modo automático que tenemos en la mente) es lo que más suele sorprenderme, pero, entretanto, un paseo aviva las neuronas. Ya leí alguna vez que acelerar nuestro ritmo vital (la circulación arterial, para que nos entendamos) por mera lógica aumenta el riego sanguíneo de nuestro cerebro, oxigenándolo y estimulándolo cara a nuevas y espontáneas ideas. Y, sea o no cierto ese artículo que leí, ya sea por sugestión o por cualquier otra cosa, caminar funciona.

Del otro lado, siempre con la falla de inspiración en mente, creo con firmeza que hay dos formas de escribir. Una de ellas es planificarlo todo. Con relación a ello, supongo que habrá gente que haga un esquema o boceto de su historia a contar. El principio, las tramas, la resolución…

La otra forma de hacerlo es plasmar tus ideas en el papel dejando que tú seas tu primer lector. Eso es echarlo todo a suertes, pero tengo en mi haber algunas novelas así (Muñequitas de Lalá, Amanda Cage, etc) que cara al público han funcionado muy bien. Es decir, son productos de momentos de crisis literaria donde podría decirse que la falta de ideas ha dado como fruto unos escritos aceptables (no lo digo yo, lo dicen mis lectores). Entretanto, no puedo soslayar que hasta la novela más concienzudamente planificada tiene sus sorpresas para el escritor. Yo, en mi experiencia, dejo que mis libros tenga un cincuenta por ciento de planificación y otro tanto de improvisación, pues es obvio que la estimulación del autor puede venir antes de escribir… pero que, escribiendo, nunca mejor estado de gracia para congraciarse con lo que uno escribe, para abrir nuevas puertas que no teníamos ni meditadas. Como base, basta imaginar que te apetece hablar de un tema, de una idea, y luego ya todo viene rodado.

Mucha suerte y que la inspiración os acompañe.

 

 

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