La
inspiración.
…Por no
llamarlo el gran escollo. Y es que, en algún punto determinado de nuestra literatura,
ésta se atasca y no termina de salir. Es entonces que al autor se frustra y le
nacen esas absurdas dudas existenciales sobre si de verdad está hecho de la
naturaleza apropiada para lo que hace.
Nada más
lejos de la realidad. Aquí mismo, por estas letras, este artículo está
“abierto” un lunes, madurado un miércoles y escrito un viernes. Y a eso voy. En
materia escrita, las prisas no son buenas. En nuestra novela quizá matemos al
personaje equivocado demasiado pronto, o reparemos demasiado tarde que no hemos
añadido suficientes argumentos para desembocar adonde nos precipitamos ya en
caída libre.
El ejercicio
de escribir es esto mismo, deliciosamente frustrante porque a menudo termina
siendo impredecible hasta para el escritor (creo que si no hubiera sorpresas en
la literatura, no valdría la pena ni ponerse a escribir). En algún momento las
páginas nos dirán basta y serán ellas, aparentemente tan mansas, las que se
comuniquen con nosotros. Y es que en lo escrito habrá una circunstancia
maliciosamente irresoluble en la que nos maldeciremos por habernos metido en
este embrollo del que no podemos salir. Y aquí, entonces, es cuando hay que
dejar que un callejón sin salida actúe como eso mismo, como un callejón sin
salida. Porque debemos salir, desde luego y antes de malograr un texto, y
“airear” esta historia que nos trae de cabeza. Quizá volver a sopesarla, tratar
de trabarla con alguna otra cosa… o, mejor que mejor, dejarla aparcada.
Con el
tiempo, así como nuestra historia nació de un flash (así funcionamos), su
resolución o la traba que nos tiene en el dique seco literario se resolverá con
un golpe de gracia. En el momento menos pensado, la alternativa al fracaso
tomará forma por sí misma, haciendo honor a esa máxima en que lo que buscas
nunca está cuando lo necesitas, sino cuando el destino te lo pone caprichosamente
de la mano. ¿Te suena? Es decir, es la misma cuestión que cuando buscamos algo
en el trastero (y hasta por casa) y no aparece sino cuando no lo necesitamos.
Haz uso de esta filosofía y verás que te servirá, antes de desechar un proyecto
que parece no conducir a ninguna parte.
Y, mientras,
¿qué hacemos? ¿Nos tiramos de los pelos?
Nada de eso.
Un parón literario solo invita a escribir. Es el momento de aprovechar para
empezar otros proyectos. Quizá desempolvar el rinconcito poético y amansar la
vorágine del tacto en prosa, pasar a otro género literario para desintoxicarse,
fantasear, hacer un cuento corto (incluso leer) o aprovechar este estancamiento
en una novela para retomar otra que ya nos dejó colgados antes. Seguro que,
mientras conducimos, tomando un café, quizá paseando, todas las dudas se despejan
y podremos retomar todos y cada uno de nuestros trabajos.
…No es casual
que haya mencionado lo de pasear. A mí me funciona. Aún con todo, reconozco que
el modo “flash” (un modo automático que tenemos en la mente) es lo que más
suele sorprenderme, pero, entretanto, un paseo aviva las neuronas. Ya leí
alguna vez que acelerar nuestro ritmo vital (la circulación arterial, para que
nos entendamos) por mera lógica aumenta el riego sanguíneo de nuestro cerebro,
oxigenándolo y estimulándolo cara a nuevas y espontáneas ideas. Y, sea o no
cierto ese artículo que leí, ya sea por sugestión o por cualquier otra cosa,
caminar funciona.
Del otro
lado, siempre con la falla de inspiración en mente, creo con firmeza que hay
dos formas de escribir. Una de ellas es planificarlo todo. Con relación a ello,
supongo que habrá gente que haga un esquema o boceto de su historia a contar.
El principio, las tramas, la resolución…
La otra forma
de hacerlo es plasmar tus ideas en el papel dejando que tú seas tu primer
lector. Eso es echarlo todo a suertes, pero tengo en mi haber algunas novelas
así (Muñequitas de Lalá, Amanda Cage, etc) que cara al público han funcionado
muy bien. Es decir, son productos de momentos de crisis literaria donde podría
decirse que la falta de ideas ha dado como fruto unos escritos aceptables (no
lo digo yo, lo dicen mis lectores). Entretanto, no puedo soslayar que hasta la
novela más concienzudamente planificada tiene sus sorpresas para el escritor. Yo,
en mi experiencia, dejo que mis libros tenga un cincuenta por ciento de
planificación y otro tanto de improvisación, pues es obvio que la estimulación
del autor puede venir antes de escribir… pero que, escribiendo, nunca mejor
estado de gracia para congraciarse con lo que uno escribe, para abrir nuevas puertas
que no teníamos ni meditadas. Como base, basta imaginar que te apetece hablar
de un tema, de una idea, y luego ya todo viene rodado.
Mucha suerte
y que la inspiración os acompañe.
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