Si han leído post anteriores en este blog (y,
vista la tendencia, sobre todo si siguen leyendo este espacio y los nuevos
talleres literarios que van y vienen en él), estoy seguro de que el lector
estará empezando a amasar sobre mi persona la imagen de un cascarrabias. “Este tipo
pone verde todo lo escrito”… y eso no está bien.
Pero… claro, en este blog trato de sacar
una conjetura racional de las cosas que en él se tratan. De los textos, se
entiende. No voy a darle el lado positivo a nada que, desde mi humilde oficio a
las letras, no aporte la calidad necesaria. Es decir, para dejarlo zanjado, sin
importar el origen y ni qué signifique un texto a través de su repercusión o a
tenor de la talla de su creador, éste va a ser imparcialmente analizado (analizamos
primeros capítulos de textos “de primera línea”, sin más partidismo que la
calidad literaria).
Hoy, para cambiar la tendencia digamos… áspera (hemos analizado a grandes como Pérez-Reverte o Juan Manuel dePrada), vamos a trabajar en el más sorprendente best seller de los últimos
tiempos (creo que de todos los tiempos, me atrevería a decir). Una señora
británica sin futuro (a su juicio), depresiva, sin aparentes salidas, arrojada
casi al suicidio, escribe una novela para niños que muchos editores soslayan…
hasta, como ocurre con muchas otras novelas hasta ahora inadvertidas, los
cauces de la fortuna (debidamente alimentados de un talento adecuado ya plasmado
en el trabajo escrito) logran que la obra en concreto se convierta en un
bombazo.
Y, ahora sí, digo cambiar la tendencia porque, como ya es rutinario, quiero analizar
el primer capítulo de Harry Potter y La Piedra Filosofal… pero, tras leerlo por
encima, no lo hago. No lo voy a hacer. No hay nada que objetar sobre este
texto.
El manuscrito empieza con los señores Dursley, los
cuales ya los conocemos de otros personajes similares, como la familia
superficial que todos hemos leído antes. El papá sólo piensa en los negocios,
la mamá en chismorreos, el niño es una lata… En los primeros compases de la
lectura ya casi adivinamos lo que viene en el párrafo siguiente… pero da igual.
No voy a caer en el vacío de criticar estos aspectos en esta novela porque es
un cuento para niños (y adultos), y prefiero quedarme con la parte escrita, la
parte formal. Y la voy a usar para callarle la boca a ciertos críticos que he
leído, los que han escrito de la saga de Hogwarts que es una papatanada.
Sí, señores míos, es una papatanada… pero los tiempos en la lectura, el nivel de fluidez, la
interpretación que puede hacer el lector del escrito, incluso las tan confusas
comas (sí, un problema naturalizado hoy día en muchísimos escritores) están
todas en su sitio. El libro, dentro de que no pretende innovaciones literarias,
es mucho más correcto que muchos grandes premios editoriales de las grandes
firmas. Porque, comprarse el último Planeta y toparse con toda clase de
barullos, ambigüedades y hasta erratas, amén de las comas, sí que es, señores
míos, una papatanada de las gordas.
Quizá, muchos de los que se dedican a esto de las letras deberían leerse el harry potter y aprender un poquito de
los requerimientos mínimos (sí, como si hablásemos de una APP de un móvil que
quisiésemos instalar en nuestro teléfono) para tener derecho a poner un libro
en la calle.
Harry Potter (libro) está genial. Yo sólo había
visto las películas (sobre todo las de cuando los protagonistas son niños) y,
ahora que he pasado a leer el primero de los capítulos de su saga, veo que todo
cuanto llega a mis ojos no sólo me es acertado, sino hasta familiar. A Harry es
casi como si lo conociésemos de toda la vida. Es… como una evolución lógica de
todo lo que interpretamos como puramente británico. Y yo, la verdad, ni
esperaba más, ni espera menos… pero, aquí, lo que importa, es que el texto no
puede ser mejorado (te puedes gustar o no esta historia, pero, a nivel escrito,
es correcto).
Mi crítica continúa alegando que este libro, como
ya sabemos, es inglés. Alguien lo convirtió a nuestro idioma… y lo dejó mejor
que muchas obras escritas directamente en español. Y debo citar a esa persona,
ahora que no sólo cambiamos la tendencia de criticar/sugerir
mejoras para admitir dejar un texto sin tocar, sino que alabamos el trabajo
y talento de alguien “en la sombra” que no ha escrito Harry Potter… pero que
algo de literatura sabrá para hacer de su traducción algo literariamente
correcto. Buscando un poco (esta persona está en los créditos del libro en
español) veo que se trata de una mujer, de Alicia Dellepiane Rawson. Y creo que
es genial haberle encargado este trabajo a una mujer. De mujer a mujer, y porque
imagino que algo de creatividad y sensibilidad femenina hay que tener para
conectar con la autora y luego reconvertir una novela de un idioma a otro no
con el mismo ingenio, sino con un ingenio que podríamos calificar de
equivalente (no sé nada de traducción, pero, viviendo en Inglaterra, ahora sé
que pasar texto de un idioma a otro no es algo tan literal como parece).
La traductora, pues, tiene mi enhorabuena.
Luego… ¿qué está pasando? ¿Escribimos peor los
propios españoles que los traductores (supongo que españoles también) de los
libros ingleses? Tenemos entre manos un idioma magnífico para escribir. La
profundidad con la que se pueden transmitir sensaciones, usándolo bien, es
enorme. Un escritor de hoy, a mi modo de ver, debería tener mucho más claro el
uso de todas las herramientas que le brinda nuestro lenguaje y, como mínimo,
hacer un trabajo equiparable a esta papatanada
inglesa. Y, sin embargo, este blog no sólo existe… sino que, por lo que
veo, tiene mucho trabajo por delante.
PD: No sé si existe la palabra papatanada, pero para eso está en
cursiva. No lo pienso buscar en la RAE. Simplemente me sale en el archivo de mi
cabeza y, de ahí, al teclado (es otra de las grandes bazas de la enormidad
creativa y evolutiva de nuestra gran lengua).
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