Este artículo
está escrito con todos los prejuicios sociales imaginables, puesto que voy a
especular simple y llanamente con lo que a muchos nos espina con relación al
tremendo éxito de ventas de un libro llamado Ambiciones y reflexiones, “de” Belén Esteban.
Y no lo he
leído (no descarto ojearlo) y puede parecer un poco injusto hablar de un texto
del que solo conoces la portada y sus antecedentes, pero es obvio que se trata
de un producto singular en un medio singularmente contrapuesto a los talentos que
muchos prejuiciosos (sin ánimo de ofender y cada cual a sus virtudes) pensamos
puedan estar correlacionados con la princesa del pueblo.
No lo he
leído, repito, pero, según dicen algunas fuentes, más allá de lo confirmado en
el prólogo, las malas lenguas aseveran que cuenta en toda su extensión con la
pluma ya acreditada de Boris Izaguirre… lo que podría suponer que, fuera ya de
si de este ejemplar pueda o no sacarse algo que valga la pena, al menos no
encontraremos en él una literatura a nivel de un Gran Hermano VIP. Y, de todos
modos, aunque este verdadero escritor no estuviera entre líneas en este
trabajo, imaginamos que cualquier otro negro
podría suplir satisfactoriamente a la verdadera Esteban visto lo visto en
su capacidad de lidia con un teclado, y, sin entrar en más detalles, para con, como
mínimo, pormenores de la talla de los plazos de entrega a la editorial.
En la primera
cuestión que me nace a la hora de enfrentar este verdadero éxito editorial (se
habla de cien mil ejemplares despachados en el primer mes), me cunde la
rasquiña de perderme a la hora de calificar qué clase de mercado tenemos. De
pensar así, surge siempre la duda de si España va para alguna parte, ahora que,
culturalmente hablando, estamos más que nutridos de noticias netamente pesimistas
al respecto, como las de esos aspirantes a profesores de primaria que no
aprueban unas oposiciones de risa, o la verdadera escasez de ventas de libros. Y
Belén Esteban, y su título, no son la excepción que confirma la regla. Ni mucho
menos. Hay que saber analizar la situación. Puede que los sabedores de lo
escrito y las vacas sagradas del texto en español crean que este tipo de goles
de mercado, donde un temario a priori poco cultural hace estragos, supone que
esto va para atrás. Sin embargo, es obvio que es más que probable que la gran
mayoría esas cien mil ventas no se correspondan con personas que habitualmente
compran un libro. Con perdón (y mil perdones más porque hablamos de un tema
delicado que puede malinterpretarse), seguramente este fenómeno debe medirse
con una vara distinta a la del pesimismo y aceptar que Belén Esteban y su libro
es algo bueno en el ámbito social que aparentemente combatimos los que pensamos
que cultura es algo distinto a lo que puede ofrecer la telebasura. Por un lado
puede que su existencia y latencia en las librerías, hablo del libro, pueda
parecer un sacrilegio, pero, por el otro, qué duda cabe que bienvenido sea si
consigue que cien mil personas habitualmente alejadas de las publicaciones sin
imágenes gráficas (aunque esto siga siendo leer chismes) se enganchen de alguna
manera a leer un texto que no se corresponde con una tirada semanal.
¿Quién sabe…?
…Es un poco optimista pensar que, de Ambiciones
y reflexiones, la gente se pase a
Platero y yo. Sin embargo, algo es algo. El mundo editorial debería congratularse
si con esto se consigue que apenas un uno por ciento de los lectores de Belén
Esteban se quede con ganas de conocer algo más del mundo escrito. Es… algo así
como el primer libro para un niño: si el chaval se engancha,
quizá se enganche de por vida. …Ya sabíamos de antemano que a saber hasta qué
punto el compromiso cultural está directamente supeditado a las normas del
mercado. Es más, a las normas del mercado de entretenimiento, o del mercado de
la des-cultura. Y esto no es un soplo de aire fresco ni nada parecido, ni va a
revolucionar el mercado editorial, y seguramente supone una intromisión que
quizá perjudica la imagen del lector tipo español. Es, económicamente, apenas un
extra paralelo a las ventas realmente culturales que, de paso, en España siguen
siendo realmente bajas saque no saque al mercado su libro alguien tan alejado
de la profesión de escritor.
Algún talento
tendrá esta mujer. Todo el mundo lo tiene. Se le burlen o no por lo que hace o
por lo que no hace, ha sabido jugar sus cartas para solidificar el humo de su
vida privada y venderlo a peso, que es más o menos lo que hacen los que
escriben, legítimamente, su propia biografía. Está claro que cada cual tiene su
público, y que algunos nichos de ese público no están reñidos con otros. Esto
duele y preocupa por lo económico y por la hazaña, pero sería un ataque de
inmadurez que un escritor cualquiera envidie lo que no es un pulso directo a
sus virtudes. Aunque pise territorio ajeno, este libro existe al margen de
todos los demás.
Y esto no es
una burla y un linchamiento. Zapatero a tus zapatos, y ya tenemos sabido que el
éxito de Belén se basa en la tragicomedia, que su rendimiento bebe de ciertas
dosis de la comicidad que despierta en un público que ni la toma ni la deja de
tomar en serio, y que del escándalo y la excentricidad comen los personajes de
la farándula nacional que no tienen más oficio que el de entretener ratos,
aunque nunca se aprenda nada. Por ello, posiblemente de Ambiciones y reflexiones no se saque mucho más que aquello que
siempre ha podido sacarse de ciertos programas de televisión. Cuando no, será
un título que coja polvo en la estantería de casa pero haya supuesto un regalo
divertido y ameno para momentos puntuales (como esas teticas andantes y de
cuerda del sexshop).
Tanto así, sabiendo de dónde viene y para
adónde va, cuanta más polémica genere este título, mejor le irá. Y que nadie se
sienta ridiculizado, sobretodo los autores noveles y sin nada en la calle, que
Belén no ha venido para quedarse. Es casual y finito, como todo lo que vende esta
actualidad de conflictos y rifirrafes de exclusiva, la mayoría magnificados a
conciencia. Hablamos de un mundo paralelo, y, ¿quién sabe? quizá en uno de esos
mundos paralelos, nuestra querida Belén escriba “el Harry Potter”… pero, cierto
es y antes de pisotear el trabajo de nadie, recordemos las grandes pifias que
todos los que escribimos sonsacamos de nuestras sienes de horas bajas, las
mismas ideas y epopeyas que se estrellan contra un público inmisericorde que, a
sabiendas que pone sus pocos recursos a las voluntades de nuestras letras, se corrompen
a degüello en nuestra contra con esos libros que no vale la pena leer. Porque
seguro, seguro, Ambiciones y reflexiones tiene
una virtud primaria de la que carecen todas nuestras tentativas, que no es otra
cosa que ofrecer a sus lectores y lectoras precisamente aquello que éstos y
éstas buscan entre sus páginas.