Hace mucho, mucho
tiempo, que no escribo una entrada para este blog.
…Hay motivos
aparte del mundo literario que, obviamente, han propiciado que esto ocurra.
A pocos días o
semanas de terminar la web de escritia.com y de, así pues, reemprender la
aventura literaria allá donde quedó, un artículo del blog de críticas literarias
reginairae.blogspot.co.uk (el cual visito de vez en cuando para conocer de
manos imparciales cómo se cuece la literatura actual) llamó poderosamente mi
atención.
De largo que un no reconocido como yo debería estarse
calladito y esperar que los verdaderos entendidos en la materia opinen sobre el
nivel literario de la calle… pero, claro, siempre defenderé que todos los “no
reconocidos” formamos parte del desarrollo literario. Si no como escritores,
por supuesto que sí como lectores. Somos parte del movimiento. Todos los que
leemos lo somos, y no debemos dejar que sean los demás (sobretodo los demás
económicamente implicados en el asunto) los que nos digan lo que debemos leer,
lo que debe darse por bueno.
Con toda humildad
hace tiempo que vengo comentando en mi círculo de amistades que suelo encontrar
en sugeridas grandes novelas, si no errores, al menos sí párrafos y expresiones
que deberían discutirse con los autores y sus equipos de corrección y puesta a punto
de un manuscrito de venta al público. Parte de este blog, ya como taller
literario, se ha atrevido al desafío de sugerir “mejoras” a textos ya
reconocidos. Humildemente, pero con la misma osadía con que los editores nos
plantan en la cara trabajos que, desde luego, no están a la altura de lo
esperado.
Y lo siento por
menudo preámbulo, pero suelo explicar estos pormenores para que nadie piense
que ilusamente creo tener toda la literatura de mi mano y me meto donde no me
llaman. Pero es que… yo, como no
reconocido, puedo permitirme errores y fallas en mi escritura… pero… un
Premio Planeta, de la editora que es y con el premio literario más importante de
la tercera lengua más hablada del planeta, sí que no puede permitírselo. No hay
excusa. Hay demasiado en juego.
Ciegamente, sin
leer siquiera la novela ganadora de este año 2016, Todo esto de daré, de Dolores Redondo, me fío del criterio del blog
al que soy asiduo y recojo de él la dura crítica de, se supone, lo mejor de lo
mejor en materia literaria española en la actualidad. Y, seamos justos, no me
mueve a este artículo que la novela pueda ser aburrida, típica, incoherente o
improductiva. De hecho, este artículo no existiría si todos esos fuesen el caso
pero la literatura encontrada dentro del libro tratase de algo impecable. Pero…
es que ése no es el caso. En el blog se habla de que han confundido la palabra
honda con onda, cuando hablamos de ondas en el agua. Eso es brutal.
También hablan de
otras erratas, pero, claro, con ésta hay bastante. Es… de cuando íbamos al
colegio.
…Hace tiempo que
vengo encontrando algunos “patinazos” en este premio. Incluso al abrir la
primera página. Así pues… ¿qué está sucediendo?
Anticipando que
jamás ganaré ese premio y que no tengo que guardar ninguna apariencia, se me
ocurren dos posibles respuestas a la falta de profesionalidad de estas
ediciones de renombre.
La primera es que
el concurso es absolutamente limpio y que la novela ganadora es la mejor de
todas las presentadas al certamen. De hecho, sería un concurso tan limpio y
honesto que no corregiría ni una sola palabra del manuscrito ganador, lo cual,
en sus fallas, dejaría en muy mal lugar a las que no lograron imponerse,
ocurriéndoseme así que si en la ganadora se escribe hondas en lugar de ondas… menudos
errores tendrán las novelas desechadas.
La segunda opción
es que el mercado literario se rinde primero a los requerimientos comerciales
que a los literarios, haciendo que escritores de una planificada trayectoria
ascendente consigan ganar el premio. Incluso, me atrevería de sugerir la
ascendencia de autores socialmente bien relacionados (en lugar de
literariamente bien agraciados) en una trama socioeconómica tan a la española,
donde no siempre el mejor, pero sí el mejor posicionado socialmente, es quien
se lleva el gato al agua. Creo que todos entendemos de lo que hablo.
…Luego nadie se
ha parado a pensar en la falta de respeto a todos los que esperamos una gran aventura
literaria al comprar un libro de bombo y platillo para luego ser tratados como
analfabetos con un producto mediocre entre manos. Sería patético incluso tener
que sopesar si todo esto, en unos de los premios literarios más importantes del
mundo y ya a nivel de cualquier lengua, tratase sólo de una mera promoción
empresarial para vender más en Navidad (se falla en octubre). Absurdo, convertir
un heraldo de la lengua española en un regalo de Papá Noel para quienes no
saben qué regalar. Un futuro calzo para sofás que nadie ha leído.
Se me ocurre una
tercera: que los equipos de trabajo de la más potente editorial de la lengua
española son los que no dan la talla adecuada al cometido. Luego, autor hacia
abajo y editor hacia arriba, todos y cada uno serían responsables de lo que
sale al mercado.
…Buscando otros
responsables, aunque indirectos (pero mucho más lógicos que un bloguero y casi
autor como yo), podría incluso hablar de la (se me antoja) opaca y aletargada
Real Academia de La Lengua Española, que, hablando de un mundo tan
“socializado” y compadre como el español, debería darles un tirón de orejas a
los editores que pudieran estar perjudicando a la materia de la que hablamos.
Uno público, con los cojones que muy probablemente no tienen muchas
instituciones españolas (vaya… se me fue el post de las manos… pero ahora no
voy a corregir nada porque, de veras, yo tampoco tengo un equipo de corrección
a la altura).
Como quiera que
sea, esta crítica o no crítica de la novela de Dolores Redondo, sea justa o no
(guste o no al lector), queda así porque, mientras vuelvo a hacer literatura,
mientras saco tiempo de donde no lo tengo para tratar de reaprender mi pasión,
es lo máximo que puedo darle a esta nueva entrada literaria porque no tengo
tiempo para perderlo leyendo un regalo navideño.
Reflexionemos,
pues… y no lleguemos a ninguna parte, porque, lamentablemente y que no suene a
retintín, aunque tenemos una lengua preciosa capaz de expresar las más altas
cotas de sentimiento humano, del mismo modo ésta habita el país que todos
conocemos. Incluso, me atrevería a expresar que para nada me sorprende que la
literatura española pueda no estar ajena al “proceso español”… pero, claro, hay
que denunciarlo, tenemos que hablar de ello. Todos los que hablamos (y
escribimos) español, debemos formar parte del proceso literario.